El bífidus no es yogur
El yogur es uno de los productos más consumidos en España y ello lo refleja que su sección en el supermercado, de la cadena que sea, es cada vez más grande. Pero, no todo lo que ofrecen es yogur
Según el reglamento del BOE, solo entran en la categoría de yogur los que están fermentados con Streptococcus Thermophilus o Lactobacillus Bulgaricus. El resto de productos, los que están fermentados con Bifidubacterium, por ejemplo, los famosos bífidus, no son yogur.
¿Y por qué nos los venden como yogur?
Hay una gran cantidad de científicos que creen imprescindible para la dieta el consumo diario de probióticos, lo que hizo que las marcas se hartaran a incluir bacterias en sus productos—especialmente yogures—y presentarlos como los más sanos del mercado. Algo osado de su parte si tenemos en cuenta que casi el 80% de las marcas no tenía en ese momento comprobación científica de sus productos.
Sea como fuere, no todo es lo que parece e investigaciones más recientes han demostrado que algunos microorganismos no sobreviven en los productos probióticos. Y los pocos que sí lo hacen, son incapaces de llegar a las células para cumplir su función en el organismo.
Lo que no es un mito es que el yogur de verdad, el que se fermenta con Streptococcus Thermophilus, sí ayuda a la digestión. O al menos a la digestión de los que son intolerantes a la lactosa.
Al añadir las bacterias a la leche pasteurizada, se alteran los componentes nutritivos y la lactosa se convierte en ácido láctico. Esto provoca que la leche se acidifique y las proteínas se coagulen. Dicho de otra forma, el Streptococcus Thermophilus atenúa los síntomas y convierte al yogur en el lácteo más fácil de digerir.
Vamos, que cuanto más simple el yogur, mejor.
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