queso de tetilla

La sonrisa del queso de Tetilla

Hoy en día, el queso de Tetilla es uno de los quesos más representativos de Galicia. Elaborado principalmente con leche pasteurizada de vacas Rubia Gallega, Frisona o Pardo Alpina, requiere una maduración mínima de siete días después del corte de la cuajada y el prensado para conseguir ese sabor suave y salado que lo caracteriza

Además de su sabor, este queso destaca por su naturaleza: no lleva calostros, conservantes ni productos medicamentosos. Una mezcla que le permitió conseguir el certificado de Denominación de Origen Protegida (D.O.P) en el año 1992.

Sin embargo, su historia se remonta mucho más atrás.

Los primeros registros escritos sobre el queso de Tetilla datan del siglo XVIII. En diferentes escritos de viajes y regalos fechados en 1753 se describen piezas de este queso. De hecho, estos textos son tan detallados que los expertos creen que en esta época el conocimiento y la producción del queso de Tetilla estaban extendidos, siendo su origen anterior.

Plinio el Viejo, de profesión militar y científico del Imperio Romano, escribió en el siglo I sobre un queso de la Gallaecia al que denominaba mamulas lactem (mamillas de leche) que podría ser el queso de Tetilla. Otros marcan su origen en un convento de monjas de clausura del siglo XII.

Aunque las tradiciones tienen su propia historia y cuentan que el queso de Tetilla existe desde la construcción del Pórtico de la Gloria de la Catedral de Santiago de Compostela. Un pórtico repleto de figuras de sonrisa enigmática, muchas veces confundidas con sonrisas lascivas.

Decían los antiguos que aquellas sonrisas esculpidas en piedra, especialmente la del profeta Daniel, se debían a la representación desnuda de la reina Esther y a sus grandes atributos. La Iglesia, considerándolo inadecuado, exigió que se arreglara a golpe de martillo y cincel y los lugareños empezaron a fabricar sus quesos con forma de tetilla como protesta por esta decisión.

Sea como fuere, este queso—considerado como un óptimo sustituto del Camembert— no tiene pensado irse a ningún lado, así que más vale que te sirvas una copa de vino Albiño y degustes unas buenas empanadillas de grelos y queso de Tetilla.

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